martes, 6 de diciembre de 2016

LA LEYENDA DE LA ESPADA ESMERALDA: CAPITULO 1

 

 

LA LEYENDA DE LA ESPADA ESMERALDA: 

CAPITULO 1: EL GUERRERO DE HIELO

La ultima ventisca había sido magnánima. Esta vez la cabaña había aguantado en condiciones y no era necesaria ninguna reparación. En pocas horas los animales saldrían de nuevo de sus refugios y podría cazar para abastecer la despensa. El ermitaño observo el cielo. Según la posición del sol ya habría pasado el mediodía. Se coloco una gruesa capa de pieles y se armo con un hacha de mano, solo por si acaso. Salio de la cabaña y se encamino a la cercana cueva que servía de establo para su caballo. Abrió el portón de acero y madera con relativa facilidad pese a su peso. Era necesario, no quería que ningún animal intentara escabullirse de noche y tratar de cenar un filete de carne de caballo. Comprobo los víveres. No era necesario aun reponer el heno y el grano y aun tenia algo de agua. Dentro de unos días viajaría de nuevo a las aldeas al pie de la montaña. La vida era dura, pero plácida.

Al fondo de la pequeña cueva se encontraba descansando Trueno. Era un poderoso animal, de patas musculosas y, aunque de pelaje negro, una larga crin blanca. Al ermitaño siempre le comentaban los lugareños que el caballo y el tenían muchas cosas en común. La larga melena blanca, los fuertes músculos y el carácter algo huraño. Le dio unas palmadas en el lomo y trueno relincho feliz. Una sonrisa apareció en el duro rostro del hombre. Se aseguro que los espejos que hacían llegar la luz del sol hasta ese habitáculo permanecieran intactos y después volvió a la cabaña.

Habían pasado ya diez años desde que abandono su anterior vida y había buscado un lugar donde descansar. Gasto cada moneda que tenia en acondicionar este refugio para hacerlo habitable. No tenia demasiados lujos. Una chimenea, una cama, un barreño de agua donde poder lavarse de vez en cuando, un pequeño almacén donde guardas herramientas y provisiones...Lo necesario para vivir lejos del mundo, de la gente, de la guerra.

El hombre era alguien seguro de si mismo y es por esta razón que cuando tocaron a la puerta se encamino traquilamente a abrir. No le importaba que la aldea mas cercana estuviera a treinta kilómetros. No parecía preocuparle que nunca recibiera visitas. Tampoco parecía darle importancia al hecho que la única vez que otras personas aparecieron por allí fuera con intenciones poco amistosas. Simplemente abrió la puerta.

La figura que tenia delante si le intrigo. Tras saludarle con la cabeza irrumpió dentro de su morada. Vestía una túnica negra y solo portaba un largo cayado. Tenia claramente rasgos elficos, solo había que ver sus largas orejas, pero las arrugas de su cara y la arreglada barba delataban su naturaleza mestiza. El ermitaño cerro la puerta con cuidado y dirigiéndose al mal educado visitante solo dijo una palabra.

- No.

- Aun ni me he presentado y ya supones que voy a decirte algo a lo que ya tienes decidido negarte. Me asombra tu capacidad de precognición.

- Si un mago medio elfo viaja cientos de kilómetros desde alguna ciudad cercana para dirigirse concretamente hasta mi casa es que viene a hacerme una única proposición. Y ante esa petición solo tengo una respuesta. No.

El mago sonrió abiertamente y se sentó en una de las pocas sillas disponibles.

- Y ¿Que te hace pensar que no soy un viajero perdido que busca refugio de la tormenta?

- Que después de una fuerte ventisca que ha durado varias horas no tienes ni un solo rastro de nieve en tus ropas. Que no había pisadas en la nieve. Que no estas frió ni te has acercado al fuego. Si todo esto es cierto solo puede llevar a una conclusión. Te has transportado a mi puerta magicamente. Y si mi has buscado concretamente es porque algún rey insensato me ha mandado llamar. No.

El mago se levanto hacia una jarra que había sobre la mesa del fondo.

-¿Te importa?.- Dijo sirviéndose un vaso.- Veo que solo tienes agua, pero servirá para calmar la sed. Dio un largo trago.- Me llamo Aresius, vengo desde Elgard y no, ningún rey te ha mandado llamar. Soy yo quien quiere hablar contigo.

El hombre de las montañas también tomo asiento y le hizo un gesto hastiado para que continuara.

- El Rey negro, Akron, ha vuelto. Aun no tengo muy claro como lo ha logrado, pero esta vez no sera tan sencillo. Lo he visto. Solo la Espada Esmeralda podrá detenerlo. Solo tu puedes encontrarla. He venido a buscarte para encomendarte esa tarea. A grandes rasgos, eso es todo.

El ermitaño se paso la palma de la mano por el rostro con la mirada enfocada en el techo, pensativo.

- El Rey negro murió hace cientos de años. La alianza de los cuatro grandes reyes le derroto. La Espada Esmeralda es un mito. Muchos Guerreros han desaparecido buscándola en un afán estúpido de poder y riquezas. Y aunque todo esto fuera verdad mi respuesta no cambia.

-¡Eres un estúpido! ¿Acaso no puedes verlo? ¿Gastaria tantas energías en venir aquí, a buscarte, si todo fuera mentira? Eres la única esperanza de todo Algalord, tu y solo tu , el gran Mae..

De forma brusca el hombre de la larga melena blanca, se levanto como una exhalación y tapo la boca del mago violentamente.

- Jamas vuelvas a pronunciar ese nombre. Ese hombre murió en el saqueo de Elnor y Thorald, entre las dos ciudades gemelas. Ahora soy solo un hombre.

La rabia era patente en los ojos y la mirada del antiguo guerrero y sin embargo se retiro y pidió disculpas con un gesto de la cabeza. Aresius no se dio por ofendido.

- No tienes porque creerme. Sal afuera y mira hacia el noroeste.

Hizo lo que el mago le sugirió. En un primer momento no vio nada. Pero no tenia sentido. Algo tenia que pasar para tener en su casa una visita tan extraña. Tardo un par de minutos pero, a no mucha distancia de allí, diviso algo. Calculo que podrían ser unos quince hombres. No distinguía señales ni estandartes pero todos vestían de negro. Aresius estaba a su lado.

- Puedes ir a investigar si quieres. Yo cuidare tu casa.

Era de locos dejar tu casa al cuidado de un desconocido pero todo era demasiado extraño. Sus instintos le estaban empujando a correr hacia su caballo. "Que diablos" pensó. De todos modos tampoco tenia nada valioso que robar. Volvió a coger el hacha de mano y se encamino de nuevo hacia el establo. No se molesto ni en ensillar a Trueno y corrió al galope al encuentro del extraño grupo.


Al cabo de pocos minutos se encontraba detrás de los hombres de negro. No se había equivocado demasiado al estimar el numero pues eran un total de trece hombres armados de forma muy heterogenea y equipados de diversas formas. La mayoría tenia protecciones ligeras y armas de mano. El que parecía el líder tenia una espada larga y algo mas de armadura que el resto. Dos de ellos llevaban arcos.

- Decidme guerreros, ¿a donde os dirigís?.

Hicieron caso omiso del hombre a caballo y siguieron su marcha. El pudo observar que pese a todo no eran soldados ni hombres acostumbrados a la guerra. Parecía mas un grupo de salteadores que alguien había equipado algo mejor o quizás granjeros y aldeanos. Avanzo con Trueno hasta ponerse a la altura del lider.

-¿Me habéis oído? Os hice una pregunta.

El hombre de la espada larga le contesto.

- No nos molestes. Tenemos un largo camino.

-¿Hacia donde?

-¿A ti que te importa?

El hombre interpuso a Trueno en el camino de los guerreros novatos e hizo que pararan. Desmonto y se encaro a ellos.


-Me importa porque lleváis el estandarte de un rey muerto, de una leyenda antigua. Me resulta curioso y preocupante.


-¡El Rey negro vive! que es algo que no se podrá decir de ti en unos momentos.

En ese momento comenzó todo. Ya se encontraba preparado para eso, es justo lo que quería provocar. Era una turba, no un verdadero grupo cohesionado. Aun así siguió un plan improvisado muy preciso. Con su hacha de mano desvió la espada larga y se puso a la espalda del líder con un giro que aprovecho para golpear con el reverso de su antebrazo al enemigo mas cercano. Siguió con el impulso para rebanar el cuello a uno de los dos arqueros. Agarro la flecha que estaba preparando el ahora cadáver y se la clavo en un ojo al segundo arquero. Ya solo quedaban once enemigos, uno de ellos en el suelo. Aprovecho el desconcierto para lanzar el hacha a la cabeza de un soldado con espada corta y aprovecho para arrebatársela mientras caía. Al subir el arma realizo un corte desde abajo en la entrepierna de otro soldado y le golpeo con el pomo del arma dejándole inconsciente y gravemente herido. De esta forma consiguió una segunda espada. En un par de minutos solo quedaba convida el líder.

- Y ahora que estamos solos, ¿a donde os dirigíais?

La visión de todos sus hombres muertos o desmembrados hizo el todo el valor que pudiera tener el líder se esfumara. Arrojo la espada al suelo y se puso de rodillas.

-¡No me mate por favor! ¡Nos dirigíamos al sitio de Ancelot! ¡Akron quiere acabar primero con esa ciudad y con la familia real al completo!¡nos reclutaron la semana pasada! por favor...no me mate...

-Eres patético...- Dijo con desprecio y le propino una patada en la mandíbula que le dejo totalmente inconsciente.

- Impresionante.- Dijo una voz conocida a su espalda.

-¿ No estabas cuidando mi casa?.- Le dijo al mago.

- Dudo mucho que regreses alguna vez. La guerra ha vuelto a encontrarte. Quizás reniegues de tu nombre, pero no puedes huir de quien en verdad eres. Eres el guerrero de hielo, ayer, hoy y siempre. Corre hacia Ancelot, te necesitan. Akron no debe ocupar la ciudad, es un puesto estrategico.

El guerrero se dio cuenta de que Aresius tenia razón. No podía eludir mas su naturaleza. Diez años de paz habían sido suficientes. Debía volver. Algalord le necesitaba. Ancelot le necesitaba. Tomo la espada larga, que parecía de buena calidad y con las tiras de cuero de algunos guerreros improviso unas riendas para su caballo. Monto a Trueno y se lanzo al galope, desapareciendo en la distancia.

Aresius asintió. Ya había puesto todo en marcha. Ahora debía regresar a Elgard. El guerrero de hielo pronto volvería de Ancelot y Aresius debía estar preparado para guiarle en su búsqueda. Esa era la única oportunidad que tenían.










No hay comentarios:

Publicar un comentario