Al parecer, por fin había
hecho algo bien, aunque fuese al final. El día y la hora parecían
ser perfectos. A las seis de la mañana de un miércoles que amanecía
nublado. El lugar, sencillamente perfecto, un puente en las afueras
que apenas se utilizaba ya como ruta secundaria de acceso al pueblo.
Al llegar a mitad de camino entre los dos extremos del paso, se
agarro a la barandilla y se asomo hacia abajo. Niebla. No podía
verse el fondo. Genial,. Así las dudas se disipaban. La mañana era
fría y pensó, en quitarse el anorak, así como las botas. En las
películas siempre lo hacían y nunca le encontró sentido. Sin
embargo, decidió hacerlo, sentir la tierra una ultima vez bajo sus
pies antes de lanzarse al vació. Deposito su calzado con cuidado
junto a la barandilla y paso al otro lado, agarrándose aun con
firmeza, tratando de dejar la mente en blanco.
La voz le asusto tanto que
casi cae al abismo, pero logro agarrarse en el ultimo momento. Esto
le pareció extraño. ¿No pretendía acabar con todo? Quizas aun no
estaba preparado. Una vez pasado el susto, llego el enfado.
Una silueta se acerco a el
mientras estallaba en una sonora carcajada que resonó por las
paredes del acantilado provocando un estruendoso eco. Casi parecían
graznidos de cuervos.
- Coño...si...pero...-
Dudó mientras veía acercarse cada vez mas al chico.
No
tendría mucho mas de treinta años, aunque su pelo era mas blanco
que negro. Se acercaba con los ojos muy abiertos y una sonrisa de
medio lado que asomaba justo por debajo de un descuidado bigote que
hacia juego con una poblada perilla que ocupaba todo su mentón. Sin
soltar su lata de red bull se acomodo las mangas de su guerrera
verde oliva. Vestía también unos vaqueros desgastados, tal vez una
talla mas grande de lo necesario y unas deportivas de marca
indeterminada en un blanco y negro que parecían encajar con su
camiseta gris, también demasiado holgada. La calavera que llevaba
impresa esta ultima le pareció siniestra en un primer momento,
luego dejo de prestarle atención.
- Ehm...si...- Dijo el
suicida, confundido.- Supongo que si.
- ¿Supones?, vas a
lanzarte a...no se...50 metros o así y ¿solo supones? ¿No quieres
hablar de ello?
- ¿Y a ti que cojones
te importa? ¡Lárgate por donde has venido!
- Pse...importar...no,
no me importa una puta mierda, pero estaba aburrido y buscaba algo
de diversión. ¿Tanta prisas tienes en tirarte o puedes esperar un
rato y darme algo de charla?
- Bueno...podría...por
cierto, me llamo Steve, perdona que no te de la mano.- dijo, sin
abandonar su posición al borde del precipicio.
- Llámame Sam,es un
diminutivo, y perdona que no te palmee el hombro.- Respondió
sonriendo de forma socarrona. - Cuéntame tu historia.
- Veras, quizás te
parezca una tontería, pero al final es la suma de muchas pequeñas
cosas y ya no soy capaz de ver una maldita salida. Tengo 53 años y
hace ocho meses que me han despedido por los jodidos recortes. He
estado haciendo chapuzas para ir subsistiendo y apenas me daba para
pagar los gastos. Llego a casa el lunes después de haber estado
haciendo unas chapuzas en negro y me encuentro a mi mujer abierta de
patas en la mesa de la cocina mientras mi ex-jefe le estaba comiendo
el coño, según ella para intentar que me readmita, pero por la
forma de gemir no tenia pinta de que fuera ni la primera ni la
doceava vez que lo hacían. Ahora dice que se quiere divorciar y que
es mi culpa por no ser lo bastante hombre para mantener la casa en
pie. No tengo un puto duro y llevo desde entonces viviendo en el
trastero del dueño del bar donde me gasto los cuatro pavos que
consigo. Soy patético. Esto es lo mejor que puedo hacer.
- Tienes razón. Eres
patético. Salta ya, joder, y al menos alégrame a mi el día.
- ¡Pero que coño te
pasa gilipollas! ¿No se supone que ibas a darme ánimos?
- ¿Ánimos, yo?-
Volvió a reír.- Te he dicho que me contaras que coño te pasaba
para querer saltar, y lo único que he visto es que no tienes
pelotas.
- ¿Pelotas? ¿Que coño
quieres que haga?
Sam apuro lo que quedaba
de Red Bull, aplasto la lata con la mano y la arrojo puente abajo.
Steve vio como el refresco vacío desaparecía entre la niebla y
empezó a plantearse ciertas cosas.
- Tal como yo lo veo,
podías haber cogido una puta silla de tu cocina y estamparla contra
el cráneo de tu jodido jefe, haberle quitado la cartera mientras la
zorra de tu mujer se quedaba con cara de subnormal mientras, porque
no, le cogías también las llaves del coche y lo estrellabas en
cualquier esquina, todo eso si es que no te cargabas a ese cerdo.
Luego podías haberle pegado fuego a tu trabajo. Total, si te cogen
¿que van a hacer? ¿meterte en la cárcel? Seguro que comes mejor
que en el cuchitril que te has buscado. Pero claro, piensas como un
jodido perdedor. Por mi parte, puedes saltar si quieres.- Saco un
paquete de regaliz rojo del bolsillo de la guerrera.- ¿Te apetece
uno?
- Joder, Sam...tal
vez...tal vez tengas razón.
- Pues claro que tengo
razón, siempre tengo la puta razón, sobre todo en estos casos.
¿Vas a hacer algo o voy a quedarme viendo tu cara de gilipollas aquí
plantado todo el día? No se, salta, ve a por tu jefe...¡Algo!.
Steve volvió a cruzar la
barandilla, esta vez a la seguridad del puente.
- Eh, eh, eh. Nada de
compararme con ese ángel bueno para nada y nada de mencionar al
gran jefe.
- ¿Que demonios
dices?.- Steve empezó a reír y le estrecho la mano a Sam. - Has
salvado mi vida. Tienes toda la razón. No es mi puta culpa. ¡Que
se jodan! ¡Van a acordarse de mi! ¡Joder si se van a
acordar!¿Puedo hacer algo por ti, Sam?
- Claro que si Steve,
mandales a todos al infierno, derechitos, y no olvides decir que van
de mi parte.
- Estas loco chaval, jodidamente
loco..pero,¿Quien soy yo para juzgarte? ¡He estado apunto de hacer
una locura! No te preocupes que si, sin dudarlo, ese par de hijos de
puta va a acabar en el infierno.- Steve, volviendo por donde había
venido no paraba de repetir su chabacano mantra.- Joder si van a ir
al infierno, al puto infierno.
Mientras Steve se alejaba,
Sam no dejaba de observarle. Sam...le parecía una curioso
diminutivo. Mientras esbozaba una sonrisa de oreja a oreja, Sammael
desplegó sus alas del color de la ceniza. Sus ojos brillaron con un
negro azabache de intensidad sobrenatural a través de la demoníaca
niebla. Le encantaba salir de caza a por almas de incautos, pero era
muchísimo mas divertido cuando conseguía chollos, y esta vez había
logrado un 3x1. Se relajo y se sentó de nuevo en el puente de los
suicidas, estaba seguro de que el estúpido de Steve no tardaría en
volver. Dos asesinatos que, gracias a un pequeño empujón por su
parte, estaba seguro que acabaría cometiendo, era todo lo que
necesitaba ese fracasado para terminar de dar el salto. Mientras
jugaba con otro regaliz, empezó a canturrear una melodia infantil...
- Ta-a-an malo no seré, cuando actuó
con mi buena fe, ta-a-an malo no seré..
...¿tan malo tal vez se me ve?...
FIN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario